Santa se sonrió y le contestó, "No me hagas preguntas difíciles. ¿No quieres un juguete?
Pero el niño dijo que no y Santa pudo ver que él esperaba una respuesta. "Ahora escúchame," le dijo al niño, "Mi secreto te hará más triste y más sabio".
"Lo cierto es que mi saco es mágico. Dentro de él hay millones de juguetes para mi viaje en Nochebuena. Pero a pesar de que visito a cada niña y a cada niño no siempre dejo juguetes. En algunos hogares no tienen comida, en otros hay tristeza, en algunos hogares están desesperados, y otros son malos. Algunos son hogares rotos, donde los niños sufren. Esos hogares visito, pero ¿qué puedo dejar?".
"Mi trineo está lleno de cosas alegres, Pero para los hogares donde habita la tristeza, los juguetes no son suficiente. Así que en silencio me acerco, y beso a cada niña y a cada niño, y rezo con ellos para que reciban la alegría del espíritu de la Navidad, el espíritu que vive en el corazón del niño que no recibe, pero que da".
"Si Dios escucha y contesta mi oración, cuando regrese el próximo año, lo que encontraré serán hogares llenos de paz, y amor. Y niños y niñas llenos de la luz infinita. Es un trabajo difícil, mi querido amiguito, dejar regalos para algunos y orar por otros. Pero las oraciones son los mejores regalos porque Dios tiene el don de satisfacer todas las necesidades".
"Esa es parte de la contestación. El resto es que mi saco es mágico. Y esa es la verdad. Mi saco está cargado de amor. En mi saco nunca falta el amor y la alegría... porque dentro hay oraciones y esperanzas. No sólo juguetes. Mientras más doy, más se llena... porque dando es como realizo mis sueños".
"¿Y quieres saber algo? Tú también tienes tu propio saco. Contiene tanta magia como el mío, y está dentro de ti. Nunca se vacía, está llenito desde el principio de tu vida. Es el centro de la luz y el amor. Es tu corazón. Y si en ésta Navidad quieres ayudarme, no te preocupes tanto por los regalos debajo de tu árbol. Abre ese saco que es tu corazoncito, y comparte tu alegría, tu amistad, tu dinero, tu amor".
"Gracias por el secreto. Me tengo que ir".
"Espera niño", dijo Santa, "no te vayas. ¿Compartirás lo que tienes? ¿Ayudarás? ¿Te servirá lo que has aprendido?"
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